Ayer por la tarde fui junto al percusionista, musicoterapeuta y danzaterapeuta Raúl Martínez a ver el musical “Forever Young” en Madrid. Todo lleno de esas “causalidades” que no son “casualidades”. Hace unos días hablamos de la obra, y de lo que nos gustaría verla. Ayer me metí por la mañana en internet y vi que sólo estaría hasta el domingo 24. Así que tan sólo hizo falta una llamada de teléfono y un “sí, quiero”. (Qué bonito es tener a alguien que te diga eso, por lo menos, una vez en tu vida. ¡¡¡JaJaJaJa!!!).
Puedo asegurar que hacía muchísimo que no me lo pasaba tan bien. Tanto por la compañía (Algún día os presentaré bien al equipo), como por la obra. Lo que pude reír. De echo, no paré ni un sólo segundo… bueno sí, paré los momentos en los que te transportaban al lado opuesto. Con la música, con la luz, con una sola mirada o palabra.
Una obra donde hay más “jugo” del que en apariencia tiene. No es una simple comedia. Ni tampoco una trajedia. No es simple. Ni compleja. Es todo aquello que a uno le sepa llegar. A mí, inevitablemente me llegó mucho. Por la gent grand, por la música, por la musicoterapia, por la vida, por la muerte…. por demasiadas cosas ahora mismo en mi vida.
Sé que “estaba de vacaciones”. Pero mis vacaciones para coger fuerza están siendo mucho más vivenciales de lo que imaginaba. Me he permitido vivir. Que no es poco. Aunque también trabajar. Y leer. Pero en su justa medida. Que vida, solo tengo esta, ahora, para poder hacer todo lo que quiero. Pero dentro de eso, debe haber un espacio reservado para mí. (Y ya hacía varias semanas que quería quedar conmigo misma y no podía. Eso, es triste).
Si podéis, verla.
No os arrepentiréis.
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