jueves, 1 de diciembre de 2011

Mi pequeño homenaje (22-11-11)

El martes 22 de noviembre de 2011 se fue con la misma calma que la caracterizaba una de las personas más maravillosas que conoceré jamás: mi abuela.

Mª del Carmen Magdalena Ginés Baldovín, 88 años y una sonrisa que siempre me quedará grabada. Su voz, su ternura, su amabilidad, su bondad. Es una de las personas más buenas que han existido. Nunca, nunca, ha hecho mal a nadie.Una persona que nos ha cuidado, mimado, querido, protegido y amado.

Y yo, tuve la suerte, la gran suerte, de tenerla como abuela.



Falleció en Tenerife, 24 días después de haber viajado desde Zaragoza, para vivir con mi madre, Pilar, su pareja, Matías, y mi hermana mayor, Yaiza, y acompañada de su otra hija, Inma, su yerno, Miguel y sus cuatro nietos, Almudena, Nacho, Cristina y Elena. Y los nombro a todos, porque todos y cada uno de ellos la han acompañado en este proceso, y no se merecen menos.

La trasladamos a Zaragoza para su velatorio, funeral y entierro, tal y como ella quería. Y allí, en la ciudad que me vió nacer y que inevitablemente yo tengo asociada a mi abuela, compartimos sus últimos deseos y le brindamos algunos regalos.

Yo, con mi violoncello, no dejé de acompañarla ni en el velatorio, ni en el funeral, ni en el entierro. Ella sabe que es la única manera de decirle adiós que conozco, con mi música. Y además, a ella que tanto le gustaba. No te dejé de acompañar ni un solo minuto, hasta el final. "Carlica, ¿no estás cansada de tanto tocar?", solía decir cuando estaba en su casa pasando unos días y me llevaba el cello para estudiar. Y no abuela, no me cansé ni un solo segundo. Porque toda esa música, era para tí.


Mi hermana Yaiza, le rindió el homenaje con su mejor herramienta: la palabra. Ella, que estuvo agarrándole la mano, acariciándola en sus últimos suspiros y quien me la puso al teléfono para poderme despedir. Ella, que la quería y mimaba. Ella. que no encontró el poema que hacía 10 años le había escrito, pero que tuvo el valor de subirse al altar y decirle su propio adiós:



 
Hace diez años te escribí un poema. En aquella ocasión cuidabas tú de mí ..., viniste de propio a hacerlo, pero ésa fue solo una de entre muchas. Casi no me ha dado tiempo a hacer lo mismo por ti y lo siento. Siempre me quedarán estos dos últimos meses que han sido un regalo.

No he encontrado aquel poema, pero recuerdo el título: "A la Vieja". Lo elegiste tú y yo que no entendía el significado, por restarle brusquedad, añadí: "mi querida abuela".

Terminaba diciendo:

"Cargas 77 años que te pesan igual que kilos,
y a la espalda, las penurias y tristezas, el amor y el regocijo,
llenan tu saco roto y remendado por el trote del camino".


Ahora te has ido, Abuela, y dejas un vacío imposible de llenar, pero sé que estás cerca, velando por todos nosotros. Acuérdate de que me prometiste estar en primera fila esperando cuando me llegue la hora. Yo he cumplido mi parte: no te dejé sola.

Te quiero, bacalao.



Y ahora, abuela, te echaremos mucho de menos. Mucho. Pero también sé que nos cuidarás, y que quiero parecerme mucho más a ti, y convertirme en mucho mejor persona. Te prometo, que lo haré.


Nos vemos, allá arriba.
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