A las 6.15am suena el despertador, pero es casi innecesario puesto que hace rato que he abierto los ojos. Demasiadas cosas rondan por mi cabeza como para ser capaz de dormir más de 5 horas. "Esto vas a tener que solucionarlo, Carla"-pienso para mis adentros.
El ritual mañanero (ducha rápida para despertarme, vestirme, secarme el pelo y bajar a prepararme el desayuno mientras escucho las noticias) me espera. Lavarme los dientes, pintarme los ojos (si se cuadra), prepararme otro café "para llevar", coger el abrigo, la bufanda, los guantes (porque hablan de ola de frío siberiano), bajar al garaje, encender el coche y disfrutar junto con el resto de los madrileños de los atascos matutinos de las 7'15. Unos 40-45 minutos, un coche que me cierra el paso al cruce de la Castellana, y algún que otro enfadón, llego a la Universidad. Soy de las primeras, como de costumbre, y puedo elegir aparcamiento sin problemas.
¡Zas! Resbalón al canto sobre una placa de hielo. Me salvo de caerme al suelo de chiripa. Pienso que no sería manera de comenzar un jueves cualquiera. Entro en el edificio, abro mi despacho y me pongo a leer un artículo muy interesante en la revista de Neurología:
¿Declive mental a partir de los 45 años? publicada en BMJ sobre un estudio de Singh-Manoux A, Kivimaki M, Glymour MM, Elbaz A, Berr C, Ebmeier KP, et al; y me parece una muy buena forma de comenzar el día, después de haber evitado que mi trasero tocara el suelo helado de la Universidad.
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