Dice Susana Satinosky en su libro Musicoterapia clínica (pág. 48):
Y justo al lado, una anotación que hice al comienzo de su lectura:
La piel sirve como continente y es ella la que nos pone en contacto con el mundo externo.
Y justo al lado, una anotación que hice al comienzo de su lectura:
El rechazo del contacto físico ¿es el rechazo al mundo que nos rodea?
Inevitablemente es una pregunta que llevo haciéndome desde que me sumergí en el proceso de musicoterapia en niños con autismo. No es cierto que tengan un rechazo al contacto físico, o por lo menos no todos. (¡Qué daño hacen las generalizaciones!). Pero sí que he comprobado -por ejemplo con P.- que el contacto físico es algo que les produce un gran placer, pero necesitan sentirse seguros, necesitan que se establezca un lazo comunicacional para que esto se produzca. En las primeras sesiones en las que estuvimos juntos, no se acercaba a mí. Poco a poco, y tras un árduo trabajo, las actividades de atención conjunta, así como el compartir intereses -sobre todo instrumentales- conmigo fue en aumento. Un día, llegó ese contacto. Abrió su mano y quería caricias, luego en la cara… siempre con una música de fondo o una improvisación vocal mía (normalmente en forma de nana).
No sé si siempre hay un por qué que nos de la clave para entender todas las actitudes, comportamientos y emociones que concurren en un niño que no quiere un contacto físico. Pero sí, la piel es nuestro “elemento intermedio” entre nosotros y el mundo que nos rodea. ¿O acaso no exploramos a través del tacto, de las formas, de….?
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