Me levanto muy temprano. Un zumo de naranja, café y tostadas con tomate y aceite me esperan en la cocina. A. se ha ocupado de preparar el desayuno y yo tan sólo debo sentarme en la mesa de la cocina y disfrutar de los rayos del sol que en esta mañana soleada de domingo, aparecen por la ventana.
Otro día más con calor. Y yo, que estoy deseando que empiece a llover, salir por la puerta y oler a hierba y tierra mojada. Deseando ponerme un pañuelo y cubrirme el cuello. Estrenar mi nuevo abrigo de entretiempo. Disfrutar saltando charcos de agua con mis botas de colores…. tendré que esperar, y mucho por lo que se ve.
Si, es domingo. Y a mi me toca trabajar en mi despacho editando videos, organizando imágenes, secuencias del proceso terapéutico llevado a cabo con X. que presentaré en el II Congreso Nacional de Terapias Creativas de Zaragoza. Este creo que es el trabajo más duro dentro de las sesiones de musicoterapia. ¡¡Cuánto tiempo se necesita!!
Pero me está emocionando, y mucho. Tengo ahora mismo todos los sentimientos a flor de piel, mientras veo escenas y más escenas. Momentos de ternura, momentos mágicos de comunicación no verbal.
Y me critico, mucho, quizás demasiado: “pero cómo no esperé aquí”, “mira cómo hace esto y yo..” “debí hacer esto” o “debí…” Pero no es tan fácil cuando estás metida dentro de un proceso, dentro de una sesión… para eso valen todas estas horas de post-trabajo. Para aprender, mejorar en la práctica musicoterapéutica.
Son casi las tres de la tarde. No he comido. A. se ha ido con la bicicleta por la Casa de Campo. Yo, llevo demasiadas horas frente al ordenador, editando. Gracias que he tenido un descanso en el que he hablado con Carla López y he repuesto energías, ilusión y motivación.
Un descanso, abriré la nevera a ver qué puedo apañarme para comer y seguiré trabajando en esta tarde soleada de octubre
